Por José Antonio Bejarano
Si en el mundo hay un arquetipo que encarne a los villanos de las películas de James Bond ese es, sin lugar a duda, Vladimir Putin. La falta de oposición es principalmente uno de los factores claves que le ha permitido a Putin consolidarse como el nuevo zar de Rusia. Esta carencia de competidores políticos no es sólo consecuencia de la escasez de liderazgos en el país eslavo, sino que Putin ha utilizado todos los medios a su alcance para quitarse de en medio a personas molestas para sus intereses.
Antes de ser político, Putin era un agente del KGB, los servicios de inteligencia soviéticos, por lo que es fácil de identificar su mentalidad y huella cuando desaparece a alguno de sus adversarios. El caso más reciente es el de Alexei Navalny, un auténtico contrincante para Putin puesto que era visto como una alternativa real para suceder su régimen.
Navalny fue envenenado el pasado 22 de agosto durante un viaje de campaña electoral para los comicios regionales y municipales del próximo 13 de septiembre. El opositor de Putin fue llevado a un hospital Alemania por una organización no gubernamental y actualmente continúa vivo después de varias semanas en coma. Navalni fue envenenado con Novichok, un veneno militar creado durante la Guerra Fría y el cual sólo tiene acceso el gobierno ruso.
Russia's poisoned opposition figure Alexei Navalny out of induced coma and his condition has improved, Berlin hospital says https://t.co/IytkIjfWkr
— BBC Breaking News (@BBCBreaking) September 7, 2020
No obstante, este no es el único intento de asesinato o asesinato consumado que se le puede adjudicar a Vladimir Putin. La lista es larga. Por ejemplo, hace dos años, en el 2018, el exespía ruso Serguéi Skripal también fue envenenado con el mismo agente nervioso en el Reino Unido. Skripal fue blanco de Putin al ser acusado de espiar para Inglaterra en el 2006. También, tenemos el caso de Alexander Litvinenko, ex agente del KGB, quien murió después de ser envenenado con polonio 210 en un hotel de Londres por espiar al servicio secreto ruso.
El caso de Alexander Litvinenko fue uno de los más mediáticos: murió en Londres envenenado con polonio 210
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— NIUS (@NiusDiario) September 5, 2020
El 7 de octubre del 2006, coincidiendo con el cumpleaños del presidente ruso, Anna Politkóvskaya, quien fue una destacada periodista de investigación y crítica con la política de Putin, murió asesinada por un grupo de sicarios que la siguieron hasta su casa del centro de Moscú, disparándole justo en el elevador. Nuevamente en el 2006, Andréi Kozlov, ex subgobernador del Banco Central de Rusia, fue acribillado por un grupo de pistoleros tras haber dirigido una investigación que al parecer involucraba a Putin y gente cercana a él, en operaciones de lavado de dinero.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo Vladimir Putin ha implementado el asesinato como forma de hacer política. La lista se puede extender a unos 15 casos más.
Parafraseando la famosa frase de Carl von Clausewitz, “La política es la continuación de la guerra por otros medios”, podríamos decir que Putin utiliza la “violencia como una continuación de la política por cualquier medio”. Para las democracias occidentales, esta forma de mantenerse en el poder es arcaica e inaceptable, pero Rusia juega con otras reglas y valores. Esta forma de actuar sólo es posible en una sociedad que nunca ha conocido la democracia y la verdadera libertad. No debemos olvidar que el país eslavo se convirtió en una dictadura proletaria inmediatamente después de ser la última monarquía absolutista de Europa, y de un imperio soviético a una dictadura nacionalista en apenas 10 años.
José Antonio Bejarano es especialista en política internacional y geopolítica.